¿William Shakespeare tuvo sífilis? 

¿William Shakespeare tuvo sífilis?  ¿William Shakespeare tuvo sífilis? .

El origen de la sífilis es dudoso, se cree que la enfermedad radicaba en América y que de ahí pasó a Europa. 

En 1530 Girolano Fracastoro introdujo el término “sífilis” como una enfermedad divina que arrasó toda Europa en el siglo XVI, fue él quien propuso que la enfermedad se trasmitía de persona a persona. 

Los dueños de la casa infectaban a sus esposas con las enfermedades de sus criadas; la contaminación a través del sexo era considerada por la iglesia como degradante, y hasta hoy es merecedora de un castigo “moral y divino”. 

En aquella época la teoría de los humores como causa de enfermedad estaba de moda. Así es que la sífilis se trataba a base de sudoración, la enfermedad se evaporaba. El mercurio era untado o ingerido como un bálsamo, luego se sometía al paciente a baños de vapor o se cubría con mantas. También el mercurio era calentado y los vapores inhalados por los infectados. 

La excesiva salivación del paciente marcaba la curación. Este tipo de tratamiento causaba caída de pelo y ulceraciones. De aquí surgió la frase: “Una hora con Venus, veinte años con Mercurio”. Para entonces había poca cura y mucho contagio. 

Las mujeres fueron exigidas moralmente. La iglesia hacía hincapié en la virginidad, la monogamia y fidelidad o abstinencia. La enfermedad sifilítica no escapó de la sátira, ahí se expone la sintomatología y sus peligros. 

En la obra Enrique IV, uno de sus personajes estaba infectado: Falstaff un gordinflón cuya hinchazón se le atribuye a la sífilis. Se supone que Shakespeare conocía la sífilis porque la padecía. De ahí su retiro social al final de su vida, su calvicie - por inhalar mercurio- y firmar temblorosamente. 

Lo único que podría confirmar la causa de su muerte, sería la exhumación de sus huesos, buscando huellas de mercurio y datos de infección. Sin embargo en la tumba de este genio, hay un epitafio en la lápida que desalienta cualquier intento de investigación: “Bendito sea el hombre que se detenga en estas piedras. Y maldito sea aquel que remueva mis huesos”.