La tuberculosis sigue siendo un problema de salud pública global, según revela un reciente estudio realizado por investigadoras del Instituto de Biotecnología (IBt) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Hasta antes de la pandemia de COVID-19, esta enfermedad era la principal causa de mortalidad atribuible a un solo agente infeccioso a nivel mundial.
La maestra en Ciencias Bioquímicas y doctorante del Programa de Ciencias Bioquímicas del IBt, Estefanía Alemán Navarro, junto con su tutora, la investigadora Yvonne Rosenstein, publicaron el artículo "Pero… ¿la tuberculosis no estaba ya erradicada?" en la revista de divulgación del instituto. En este documento, destacan que durante la emergencia sanitaria por COVID-19, los sistemas de salud se centraron en la respuesta a esta enfermedad, relegando la atención a otras como la tuberculosis.
A pesar de los avances globales logrados en las últimas décadas, impulsados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que han reducido significativamente la incidencia y mortalidad asociadas a la tuberculosis, la llegada de la pandemia ha representado un retroceso. Según datos de la OMS, en 2021 se registraron 10.6 millones de nuevos casos y 1.6 millones de muertes relacionadas con esta enfermedad, marcando un aumento por primera vez en una década.
El informe del Instituto Nacional de Salud Pública de México coincide en que la situación también se ha agravado en el país, especialmente durante la pandemia y con la emergencia de enfermedades como la diabetes mellitus. En 2019, México registró una tasa de incidencia de 23 casos por cada 100 mil habitantes, con 23 mil personas enfermas y 2,600 defunciones ese año.
Alemán Navarro explicó que Mycobacterium tuberculosis se transmite principalmente por vía respiratoria, afectando principalmente los pulmones, donde el sistema inmune juega un papel crucial. Sin embargo, diversos factores como la inmunosupresión por VIH, desnutrición, diabetes u otras enfermedades crónicas, pueden predisponer a las personas a desarrollar la forma activa de la enfermedad.
Los síntomas incluyen tos persistente, fatiga, sudores nocturnos y pérdida de peso, entre otros, pero pueden confundirse con los de otras enfermedades respiratorias. Esto subraya la importancia de un diagnóstico oportuno para iniciar el tratamiento adecuado, que generalmente consiste en una combinación de antibióticos supervisada por profesionales de la salud.
La vacuna BCG, administrada al nacer, es una herramienta fundamental para prevenir formas severas de tuberculosis, aunque no protege completamente contra la infección. Alemán Navarro y Rosenstein enfatizan la necesidad de fortalecer la investigación en respuesta inmune contra la bacteria, mejorar las herramientas de diagnóstico y desarrollar vacunas más efectivas para combatir esta enfermedad ancestral.
En conclusión, mientras la humanidad enfrenta el desafío continuo de la tuberculosis en combinación con la pandemia de COVID-19, el enfoque en la prevención, diagnóstico y tratamiento adecuados sigue siendo crucial para reducir su impacto global y mejorar los resultados de salud a largo plazo para los pacientes afectados.