El bolillo, tradición, mito y realidad nutricional del pan más querido de México

El bolillo, tradición, mito y realidad nutricional del pan más querido de México

El bolillo, tradición, mito y realidad nutricional del pan más querido de México El bolillo, tradición, mito y realidad nutricional del pan más querido de México.

El bolillo, ese pan crujiente por fuera y suave por dentro, es mucho más que un acompañante del desayuno o la base de una torta. Considerado uno de los pilares de la gastronomía mexicana, este pan sin azúcar es un reflejo de la historia, la cultura y los hábitos alimenticios del país.

Según el Diccionario Enciclopédico de la Gastronomía Mexicana, el bolillo es una adaptación nacional de la baguette francesa, introducida durante el periodo de influencia europea tras el siglo XVI. Aunque su origen puede rastrearse hasta antiguas civilizaciones como la egipcia y la griega, fue en México donde adquirió su forma y personalidad propias, convirtiéndose en un pan imprescindible.

Más allá de su función alimenticia, el bolillo ha ganado un lugar en el folclore popular por sus supuestas propiedades “curativas”. ¿Quién no ha escuchado el consejo: “Cómete un bolillo pa’l susto”? Lo cierto es que este dicho no es del todo infundado. Según un artículo publicado en la revista SciELO, masticar un bolillo puede ayudar a estabilizar los niveles de glucosa y reducir la acidez estomacal provocada por el estrés o el miedo, gracias a los carbohidratos y grasas que contiene.

Desde el punto de vista nutricional, el bolillo es un alimento moderado en calorías. De acuerdo con el Sistema Mexicano de Alimentos Equivalentes, una pieza de 60 gramos contiene 183 calorías, 5.7 gramos de proteína, 39 gramos de carbohidratos y 341.4 mg de sodio. Para subir de peso considerablemente a base de bolillos, una persona tendría que comer alrededor de 40 piezas.

Equivale a tres tortillas de maíz o siete tazas y media de palomitas naturales, lo que lo convierte en una opción más versátil y menos calórica de lo que algunos piensan. Claro, si se lleva una vida sedentaria, no basta con subir escaleras: habría que correr 12 minutos o andar en bicicleta durante 20 para equilibrar el consumo de un solo bolillo.

Así, el bolillo no solo resiste el paso del tiempo como un ícono de la cocina nacional, sino que sigue generando conversación entre nutriólogos, historiadores y millones de mexicanos que lo disfrutan a diario, ya sea con frijoles, con nata… o después de un buen susto.