Los bosques tropicales, también conocidos como selvas, son los ecosistemas terrestres más biodiversos del planeta, con más del 50 por ciento de todas las especies de microorganismos, hongos, plantas y animales. Son fundamentales para la regulación del ciclo del agua, evitan inundaciones, reducen los efectos del cambio climático producido por el hombre, contribuyen a reducir riesgos de derrumbes y deslizamientos, y ofrecen múltiples recursos alimenticios y medicinales, por ejemplo.
No obstante, también son los más amenazados. En México se estima que se ha perdido más del 70 por ciento de las selvas que el país tenía a lo largo de las costas del Golfo de México, del Océano Pacifico y en la Península de Yucatán. Como en la mayor parte de la América tropical, esa pérdida es resultado, principalmente, de la deforestación para la conversión de selvas a sistemas agropecuarios, sobre todo aquellos que son extensivos para el desarrollo de monocultivos.
“Su pérdida y degradación contribuye a la llamada sexta extinción masiva de especies, y de perderlas habrá complicaciones graves para la humanidad, pues su función es vital para la existencia de los seres humanos”, alertó Miguel Martínez Ramos, del Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad (IIES) de la UNAM.